EL LARGO MAÑANA, RUFUS T. FIREFLY

Decía el semiólogo Roland Barthes que el idioma japonés produce abstracciones y ofrece “impresiones” frente a nuestros idiomas romances que son “declaraciones”. Las letras de Rufus bien podrían ser descripciones de Hokusai, que evocan -como sus canciones- la necesidad de la calma, referencias al viento y al horizonte. Un pensamiento evocador que conecta con la sensibilidad nipona.

En “El largo mañana” han hecho ese mismo trabajo, pero aplicado al sonido. Evitan, por tanto, basar las nuevas canciones en riffs demoledores sino emplean largos pasajes donde añaden una pincelada de voz aquí, otra allá y dejan que se vea el fondo instrumental sin pintar. Después de varios discos donde la superposición de capas eran marca de la casa, aquí han empleado una economía de medios sabia y conmovedora. Eso no quiere decir que sea un disco desnudo, ni mucho menos, pero sí que se pueden distinguir todos los colores, cuando antes el propio pintor te los mostraba ya mezclados.

El álbum se abre con “Torre de Marfil” que es una obertura perfecta. Pocas canciones merecen nuestras reverencias más sinceras porque todo está contenido y filtrado; a media canción, arranca la batería con esos redobles característicos, pero que aquí no funcionan como redobles sino como ritmo base. El segundo corte sería la canción más soul, más acelerada, pero incluso con la batería Motown, no es un soul carnoso sino cósmico y etéreo. Y sigue con “Me has conocido…” que es taaaan elegante, una suerte de Style Council con sonido Philadelphia y añadidos de Curtis Mayfield muy bien digerido…Aire, aire y más aire, con mucho espacio, hasta que se pronto, se transforma en Daft Punk.

A modo de suite continúa “Polvo de diamantes”, son dos canciones muy distintas, pero como usando un tempo (velocidad) y un sonido de sinte similar, le dan un carácter de secuencia ininterrumpida.

En esa parte del disco se encuentran muy cómodos y es donde brillan mejor porque les sienta de maravilla ese tipo de velocidad; así encuentran el espacio para que la voz se deleite en cada palabra y la batería se abra en toda su expresión. Especial atención, merece el trabajo percusivo de las congas, que dan tanto o más carácter que otra guitarra. Las congas añaden ritmo sin aumentar la velocidad, ofrecen textura sin sumar más instrumentos.

Tanto “El largo mañana” (canción con algún cambio armónico de quitar el hipo a lo Nacha Pop) como “Tempelhof” combinan el empleo de los sintes de gelidez afterpunk que contrasta con el galope ultracarnal de la base rítmica, mientras que la voz oscila entre la desesperación romántica del poeta y su afirmación vital.

Y así, hacia el final con “Sé dónde van…” y “Selene”, se recrean en las golosas texturas, los cambios constantes y paulatinos, que como en una matrioska, descubres que dentro de cada cosa hay otra y otra y luego otra…

Si este disco fuese una película, sería tan extraordinario como un film de Hitchcock. Final con sorpresa incluido.

“El Largo Mañana” está editado por Lago Naranja Records.

#finalistaspremioruido2021