Sólo 6 personas dieron positivo en el test de antígenos entre un total de 5.000 personas en las horas previas al concierto de Love of Lesbian. Sólo 6. Eso nos dice mucho de la conciencia y la seriedad con la que el público se tomó este concierto único en el planeta desde el inicio de la pandemia. La reacción de la prensa mundial (desde The New York Times hasta Al Jazeera pasando por China Press reflejaron el evento), pone de manifiesto lo que sucedió en el Palau Sant Jordi el sábado pasado entrará en letras de otro en la historia de los conciertos.
Se trataba de arte, sí. Pero también de ciencia y salud.
Y se hizo desde Barcelona, la ciudad que tantas veces ha acogido tendencias y vanguardias. La ciudad de los anarquistas, pero también de la burguesía que construyó el Liceo y el Palau, la de los movimientos autogestionados y la del poder institucional. La ciudad desde la que se lanzó el boom latinoamericano y la que mira al mar. La Ciudad Condal es presentada con demasiada frecuencia en los noticiarios como una urbe incendiaria, donde el único credo es la palabra independencia. Y ha sucedido justo lo contrario: las fuerzas vivas de la industria musical en Barcelona han apagado el fuego destructor de la pandemia uniéndose para este concierto-test. Bajo el nombre “Festivals per la cultura segura” se agruparon las promotoras y festivales Sónar, Primavera Sound, Cruïlla BCN, Vida Festival, The Project y Canet Rock para perseguir un interés común que, además, no era crematístico ya que, pese a que las 5000 entradas vendidas en sólo dos horas, el concierto no podía resultar rentable. Los costes de las pruebas de antígenos y la limitación de aforo lo impedían. Y es que al margen del aspecto musical y la exhibición de repertorio sólido que ofreció Love of Lesbian, se trataba de un ensayo clínico coordinado por el Hospital Germans Trias i Pujol en colaboración con la Fundación Lucha contra el SIDA y las Enfermedades Infecciosas. También contó con el apoyo de las consejeras de Salud y de Cultura, Alba Vergés y Àngels Ponsa respectivamente, así como de la propia alcaldesa, Ada Colau. No hubo fisuras en el apoyo, nadie escatimó esfuerzos. Y es que Santi Balmes dijo algo muy importante antes de la última canción: “El mundo nos está mirando”.
Este concierto es la continuación del experimento realizado durante el concierto del 12 de diciembre en la Sala Apolo en el que no hubo ni un sólo contagiado. Fue la rampa de salida para que, en esta ocasión, se pudiera ir más allá: 5000 espectadores en un recinto que puede albergar casi 18000 y sin distancia de seguridad. Eso sí, con unas totales garantías de buena ventilación y con una mascarilla entregada por la organización. Lo más importante y lo que diferencia a este evento de otros multitudinarios es que con el test de antígenos realizado, se puede hacer el rastreo de todos los espectadores. Recordemos, sólo 6 positivos.
La emotividad de la actuación fue enorme y pudieron comprobarlo incluso quienes no estuvieron presentes y siguieron a Love of Lesbian en la retransmisión que ofreció Radio 3 con una calidad de sonido perfecta. Love of Lesbian, además quiso compartir ese momento con dos artistas: Suu y la chilena Ana Tijoux.
El sábado pasado, arte y ciencia se dieron la mano para construir algo más que una esperanza, para hacer que el sueño se haga realidad y podamos vivir la música y la cultura de una manera segura.
El mundo miró y lo contó.